jueves, 6 de mayo de 2010

MISTERIO

LEYENDAS SIN RIMAS.

En Villalbín, hay una inmensa serpiente boa que cambia la piel cada tres años. Lleva muchos encerrada, casi tantos como los que hace que los monjes hospitalarios de la Orden de Jerusalén abandonaron el convento de Villanueva. Se dice que si permaneces en silencio por la noche, en la parte de atrás del convento, podrás escuchar el reptar de la gran culebra, arrastrando su sinuoso cuerpo por la hojarasca acumulada durante años en el suelo. Topillos, conejos, ratas, gallinas ciegas son su banquete.

Las bodegas de Tordehumos, se comunican con las de Villanueva, por el margen derecho del Sequillo, teniendo un ramal hasta el Castillo de los Quijada en Villagarcía, salvando por debajo, el cauce del río. Esta construcción antiquísima se utilizaba en tiempos para proteger a los muchísimos Nobles que vivieron por estas tierras cuando se revelaban los plebeyos.

La Colegiata y el convento de Villagarcía están comunicados por un túnel paralelo al actual canal que sirve de tránsito en días de temporal y lluvia invernizos, para que los suministros y necesidades de ambas comunidades no estén desatendidos.

En la casa del Herrero, en la carretera de Pozuelo, en las cerradas noches de invierno, una tenue luz, alumbra el interior. Nadie vive en ella, pero hay luz. El último habitante de la finca no quería marcharse; le obligaron. En las noches de luna llena, la penumbra de los cuarterones deja adivinar la silueta de este incansable capataz, que vuelve a recordar sus duros inviernos de monte y campo al calor del fuego del hogar… su hogar.

Las chirriantes puertas del camposanto, son en las noches de Noviembre escenario de furtivas excursiones de los más osados jóvenes, que se acercan a intentar escuchar los pasos y la respiración de los que dejaron la terrenal vida. Es un acto de verdadera valentía: permanecer unos eternos minutos junto a la verja del cementerio, observando la verdosa luminiscencia provocada por el fósforo óseo. Esa lúgubre imagen atrae desde siempre la curiosidad de algunos.

Las campanas tañen sin motiv: de madrugada, sin viento… ¿Quién las toca?

Estas y otras muchas leyendas siguen acompañando nuestra vida en los pueblos. Cada pueblo tiene sus leyendas propias. Las leyendas, sus personajes y lugares, siempre silenciosos, siempre presentes, atemorizan a los niños y en muchas ocasiones hacen de guardianes de lugares a los que no se debe entrar porque tienen dueño.

Cuenten en sus casa a los niños estas historias, que el temor a lo desconocido es una riqueza más en la vida.
“Como no te duermas, llamo al hombre del saco” ¿Recuerdan?


Moisés Busnadiego.