No he visto ninguno “entrado en carnes”. Más bien son espigados y de tez morena, muy morena. Antes se sabía de su existencia a primera hora de la mañana, y al caer la tarde.
El pastor ha sido durante décadas, personaje indispensable en el paisaje de nuestros campos.
Él era aquél que muchas veces, hacía las veces de guía a los desorientados o perdidos en las bacheadas carreteras comarcales de nuestra vieja Castilla.
- ¿Por dónde voy a Toro?
- Vaya todo recto y lléguese a Villar y todo recto.
¿Cuántas veces hemos “pitado” desde el coche al pastor de cualquier pueblo, porque sabemos que siempre va a ser atento con nosotros, respondiendo con un saludo? Siempre.
El escenario, siempre el mismo: inmenso campo, al solano. Quizá tiene suerte y un nogal o cualquier otro árbol, le cobijará del apasionante sol.
Conocen mejor que nadie los cambios de tiempo; las entradas y salidas de las gentes del pueblo y sobre todo, y lo que me llama la atención y ahora encuentro la lógica, muchos de ellos son los mejor informados de lo que ocurre en el mundo, pues su acompañante permanente es el transistor.
Seguramente hoy, aunque es un trabajo para el que cada vez es más difícil encontrar quien quiera desempeñarlo, la radio ha sido sustituida por el MP3 o por el teléfono móvil.
Me pregunto si desde el móvil, el pastor tecnológico, estará “conectado” al mundo con “feisbuq” “Tuiter” o “tuenti”. ¿Y por qué no?
Los oficios evolucionan, otros, por desgracia, desaparecen, pero y ¿porqué además de cuidar las ovejas en el campo, no se puede estar informado en tiempo real del precio del litro de leche del proveedor; llevar el control de la sala de ordeño y tener el calendario actualizado de los ciclos de preñez del rebaño?
Al ponerse el astro rey, regresan al aprisco para ordeñar a cada oveja. La marca del pastor hace unos años, era un callo muy particular que tenía en el dedo pulgar, que mi amigo Valentín, en la mili me explicó que lo que más echaba de menos era tocar las tetas de las ovejas y no el tacto del cetme.
Hoy gracias a las salas de ordeño, es tarea mucho más sencilla e higiénica que mejora la calidad de vida del ganado y por supuesto del hombre.
Envidio este antiquísimo oficio, en tiempos trashumante, sospecho nada estresante, sosegado, en conexión permanente con la madre naturaleza y sobre todo ejercitante, que hace que los que tenemos trabajos sedentarios, acumulemos redondeces que los pastores no tienen.
Moisés Busnadiego.
viernes, 20 de agosto de 2010
Suscribirse a:
Entradas (Atom)