¡Viva! A este grito comenzamos, después del pregón, los festejos en homenaje de la abuela de Jesucristo. Ella es la patrona del pueblo.
Cohetes, dulzaineros y el jolgorio de todo el pueblo, son los mejores testigos de que la fiesta aún pervive en el tiempo.
Antes la fiesta era muy parecida, o así lo creo yo. Lo que más me gustaba era, después de ir a misa mayor, en la ermita, después también de levantar el Pendón, disfrutar en las peñas de los mayores del “vermut” con la cantidad de aperitivos que en grandes mesas ponían para disfrute de todo el que se pasara, fuera vecino o foráneo. Y es que una de las grandezas de las gentes de este pueblo, es que son espléndidos anfitriones y mejores vecinos.
No como en otros pueblos no muy lejanos, que te preguntaban:
- ¿Has cenado?
- Si…
- Vaya, yo que te iba a invitar…
O
- ¿Has cenado?
- No…
- Pues, ya es hora de que vayas…
Pero como en todos lados, hay gentes para todo; lo que sí que aseguro, es que yo, que iba siempre a casa de mi tío, nunca me sentí forastero y era uno más, ¡claro mi padre también es de allí!
Lo mejor de las fiestas, creo que estarán de acuerdo conmigo, eran las tardes-noches-madrugadas, que pasábamos en las peñas.
“En casa del Tío Maragato mataron un gato, ¿Quién lo mató? El número cuatro. ¡Mientes bellaco! ¿Quién lo mato? El número siete” y así hasta las tantas…
Ya entonces teníamos unos espectaculares equipos de sonido, mesas de mezclas, amplificadores, juegos de luces (sicodélicos ¿verdad Chema?)Eran estos equipos los precursores de las disco-movidas actuales; bueno, a lo de las peñas. Los reservados en ellas, eran el escondite perfecto, donde comenzábamos nuestros escarceos sentimentales; todo era propicio, poca luz o ninguna, música lenta, limonada, otras parejas recién creadas. Tímidas conversaciones, torpes bailes pegados y sobre todo, mucha, mucha ilusión con la chica o el chico que nos gustaba. Aquello era el comienzo de los primeros amores, que dicen son los que nunca se olvidan.
Yo cada año, intentaba “sacar” buenas notas, para que mis padres me dejaran ir a Pozuelo, y ahora que lo pienso, con lo mal estudiante que fui, siempre me dejaban. ¡Gracias!
Recuerden en familia, vuelvan a contar estas cosas a los adolescentes, verán cómo no ha cambiado mucho la película.
¡Viva Santa Ana! ¡Viva Pozuelo! ¡Vivan sus gentes!
Moisés Busnadiego.
miércoles, 19 de agosto de 2009
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