España, hasta ayer era –entiéndaseme la metáfora- un país con una fuerza motora del tren de Europa, se ha convertido en este último año y medio, en un vagón, aparcado en la topera de cualquier estación de mercancías de Europa. Quiero decir: no nos movemos, ni siquiera como vehículo de cola o escoba de la línea cuyo origen es crisis y el destino es la normalización económica.
Los operadores de este tren, llamado reactivación, lo saben y nos dejan ahí, aparcados. Ni siquiera el jefe de estación donde estamos aparcados nos hace el mínimo caso, pues conoce de nuestra capacidad de fiabilidad y la seguridad que podemos dar al convoy. Nula esa es nuestra posibilidad si no mudamos viejos hábitos que van arraigados en la cultura del pelotazo y que llevamos como costra en nuestros negocios.
Un vagón que ha estado durante años y años transportando ladrillos, cemento, hormigón y ferralla, se ha de reciclar y rehabilitar para que comience a transportar otro tipo de materiales más acordes a las necesidades de los clientes objetivo.
No podemos “lodar” de yeso, material de alta tecnología y meter en nuestro vagón, materiales y herramientas de una, cada vez más necesaria, eclosión tecnológica.
Parece que aún quedan algunos que esperan se vuelva a poner en marcha el transporte de materiales de construcción, incluidos los maletines de las corruptelas que salpican a muchos de los ayuntamientos de España, sin diferenciar color ni lado.
Va a costar que volvamos a ser locomotora, pero deberíamos, entre todos, luchar duro por recuperar, al menos el medio del tren, aunque fuera como coche cafetería. Por lo menos el sector hostelero se reactivará.
En esta posición de servicio y contacto con los clientes (detrás de la barra), volveremos a ganar su confianza y nos propondrán nuevas oportunidades de negocio, con recelos, pero comenzará la apertura.
El papel de los que nos gobiernan, creo debe pasar, por ser el encargado de esta cafetería y gestionar bien el equipo de camareros y de aprendices, y dejar el liderazgo al Maitre. Ya habrá tiempo de volver a ocupar puestos más importantes, para lo que tendremos que demostrar durante años, que somos capaces –que lo somos- de hacer pedidos, vender, etc.; Es decir, tenemos que ganarnos, de nuevo, la confianza del Jefe.
El jefe está molesto pues ha visto que hemos realizado “conchaveos” con los proveedores, comprando más caro que ellos y aumentado el precio de venta, dando un pésimo servicio al cliente.
Espero que en unos meses, pueda volver sobre este tema ferroviario y decirles que estamos de maquinistas.
miércoles, 20 de enero de 2010
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