martes, 2 de marzo de 2010

HAYA PAZ

Haya paz.

No sabe de leyes, pero sí de paz. Un hombre bueno. Sus decisiones… pura intuición, aplicada a la costumbre y los usos del pueblo. ¡Qué mejor Cátedra!

Agricultor, ganadero, no tiene importancia su oficio. Juega a las cartas, riñe y discute -como todo hijo de vecino- con los demás; bien de futbol, bien de las sinrazones de lo cotidiano. Pero su papel es fundamental para la buena y justa convivencia de todos los vecinos y en verano, habitantes del pueblo.

Su labor es principalmente la de apaciguar los ánimos ante un calentón, porque se ha levantado una medianía sin respetar uno, la línea del otro.

O porque “fulano me ha dado una segada con la máquina en mi tierra, cuando la tengo bien marcada con el mojón”

Su despacho, casi siempre compartido en la casa consistorial, no tiene el lujo de los letrados de la capital, ni maderas nobles, ni lamparita encima de la mesa. Su archivo, lo conforman dos o tres carpetas en las que se registran los movimientos demográficos de la localidad, nacimientos, bodas y defunciones. Ni auxiliar que le vaya escribiendo sus decisiones.

Casi siempre sus sentencias son selladas con un apretón de manos por parte de los dos –simpretengolarazón-, al principio energúmenos, que poco a poco se van convirtiendo en mansos gatitos, al oír la magistral clase de raciocinio y lógica justicia que imparte como si lo hubiese hecho toda la vida, nuestro protagonista.

Nunca sabremos la de dinero que nos ahorramos en los pueblos, gracias a él. El Juez de Paz, que evita en la mayoría de los casos, embadurnarnos en costosas minutas de elegantes y pomposos abogados, que conducen grandes automóviles y tienen unos despachos cubiertos de maderas nobles, con secretarias por doquier y una lámpara (casi siempre con tulipa verde), en su descomunal y barnizada mesa de madera maciza.

Claro que todo eso se paga a razón de dos mil duros, solamente por entrar; ya no te digo nada si entras en harina.

Con un café en casa de Ursi o del Chule, ya le pagaremos la conciliación a nuestro querido Señor Sixto. Nuestro Juez de Paz.


Moisés Busnadiego.

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