Casi otro año, ya otra navidad. Puesta a cero.
Vuelve todo a su principio, a los entrañables recuerdos, a los vinos y las gambas en el bar de… Al reencuentro con los que están fuera o vienen de guindas a brevas.
Lástima que los pueblos nos los pongan en medio del campo, porque no hay manera de acabar con el frío. Ni bufanda, ni guantes, ni abrigo; todo es poco para salir a la calle. ¡Qué frío!
Nos empapamos del espíritu navideño; ese que parece que el resto del año lo dejamos un poco de lado… o lo ignoramos.
Se me agolpan tantos buenos momentos vividos con tanta gente, con tantos que será difícil que recuerde a todos y por ser correcto no nombraré a ninguno para evitar que nadie se sienta olvidado, que para nada, os lo aseguro. Nadie, ninguno ha pasado sin dejar, por lo menos, una huella. Y eso es espléndido.
De todos hay un resquicio en la memoria, en el corazón.
Un suspiro y sigo golpeando las teclas de esta máquina que me transporta a las navidades pasadas en la casa de la abuela. Sus vecinos, los más cercanos eran los de siempre.
Aquellas viejas historias de los tiempos de la posguerra, de la necesidad en el pueblo; quiero pensar que hubo necesidad en mi pueblo, me niego a pensar que alguien, pasó hambre.
¡Me niego! Y me niego porque me costaría entender el porqué, de que algunos de los descendientes de aquellos de la necesidad, si, de aquellos que vivían de la ayuda del vecino, hoy esos descendientes andan cortos de memoria o no se les ha refrescado esa memoria y recuerdos de sus antepasados.
De nada tenemos que avergonzarnos, cada uno tenemos nuestra vida, nuestro presente y nuestro pasado.
Hagamos esta reflexión para comenzar el nuevo año con aire nuevo. Siempre apelo al recuerdo, a las historias, a las sobremesas, a que los mayores cuenten a sus venideros o descendientes estas cosas.
No perdamos lo más grande de las gentes de pueblo. Lo puro de la gente noble.
No nos dejemos contaminar por vidas urbanitas en las que ni siquiera conocemos (convivimos) al que nos acompaña en el ascensor cada mañana o cada noche.
jueves, 9 de diciembre de 2010
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