jueves, 31 de marzo de 2011

ALGO NO FUNCIONA

Unos pocos días antes de cerrar este número, nos sorprenden los medios nacionales con una noticia que estremece las arrugas del tejido del corazón.
El común de los sentidos, que es el que debe prevalecer en todo aquel que toma decisiones que marcan a una sociedad. Bien sean estas decisiones, económicas, educativas y con mayor importancia, las decisiones judiciales.

El “Cuco”, aquél del caso de Marta del Castillo, ha sido absuelto de casi todos los delitos de los que era acusado por falta de pruebas. Es cierto, o así lo parece, que en esta España, los recovecos de las leyes y la habilidad de un buen abogado que también conozca estos intríngulis, puede hacer que un reo, o un presunto, salga casi limpio de un caso lleno de mierda (con perdón).

Este punto del caso (el casi final) ha sido durante días, noticia en tertulias radiofónicas, programas de televisión y artículos en prensa, tanto digital como de papel.

¿Qué tiene que ver esto con nuestro entorno? Pues el caso del Cuco, nada, solamente el impacto mediático que ha tenido; pero lo que si querría provocar es que en nuestras reflexiones cotidianas pensemos cuanto malo puede hacer para un inocente o para un culpable, el silencio, la complicidad, el miedo, el temor, el deber favores, el deber o la falsa lealtad.

Las gentes de pueblo, aunque muchos nos tachen de paletos, ignorantes o incluso incultos o analfabetos, sabemos más por el recorrido vital y el contacto con la lógica natural que ellos, los urbanitas, cuyo contacto lo tienen con lo artificial, lo contaminante de tanta información colorida por el medio de turno que arrima el ascua a su sardina.
En nuestros paseos, vermús mañaneros, en el café o en la partida de la tarde-noche, comentamos cientos de cosas y aunque no lo parezca, asentamos criterios que luego aplicados a los debates nos hacen ver cosas, pinceladas, señales que a los encorbatados letrados y abogados, se les escapan entre tanta palabrería profesional.

La razón y el sentido común debemos seguirlas alimentando con debates, conversaciones y disputas entre diferentes. Eso todavía lo podemos hacer entre las gentes de nuestro pueblo, pero sin enfrentamientos. Todo ello con la mejor de nuestras virtudes, la palabra. Sin entrar en conflicto, siempre aplicando casos que hemos conocido en el pueblo, como por ejemplo, las lindes, las medianías, el robo, la desaparición.

Es difícil tener la cabeza fría cuando nos tocan algo propio, pero la mejor aliada para ello es la calma y aplicar nuestra inteligencia para discernir si la razón es nuestra, o es del vecino. No esperemos a enfrentar, ya no solo a nuestro vecino con nosotros, sino a sus hijos, que hasta ahora se llevan bien o incluso familias enteras que se dejan de hablar por un quítame allá estas pajas o unos centímetros de lindera.

En caso de ofuscación, de ceguera, a la mínima intención de “perder los papeles”, apelemos al Juez de Paz, que debe ser como reza su nombramiento, Un hombre bueno y justo.

No seamos como ellos, que por falta de pruebas, dicen, hay un tipejo llamado “Cuco” que cara a la justicia, ni estaba ni sabía nada del caso y lo peor de todo…¡Anda suelto!

Moisés Busnadiego.

ES EL TIEMPO

Estamos acostumbrados cada vez más a vivir cambios en nuestras vidas. Primero en lo cotidiano, como por ejemplo, las vitrocerámicas, los microondas, la televisión, los deuvedés. Estas cambian a los fogones, el infiernillo, la radio, el video.

En treinta años hemos pasado de ir a casa de la Señora Bibiana a meternos en la cabina para hablar por teléfono, a llevar un terminal en el bolso (aunque seguimos voceando para hablar y de verdad… no es necesario dar voces). Este aparato, nos permite hablar con un familiar que está en una tienda de Londres trabajando, como si le tuviéramos enfrente, porque les hay que incluso nos dejan hacer videoconferencia de esas.

Los viajes, del coche de línea de MATEO, aquél, en el que subíamos las maletas de cartón al techo del autobús, a tener uno o dos coches en casa y viajar en AVE a más de trescientos kilómetros por hora, cuando vamos a Barcelona o a Madrid o a Sevilla y ahora a Valencia. También esto es una revolución, cuando seguramente, nuestros bisabuelos, malamente fueron media docena de veces a la capital, o tal vez, murieron sin conocer el Sardinero en Santander.

Hemos vivido en estos treinta o cuarenta años, la mayor revolución industrial y el más convulso movimiento de nuestra civilización, o así lo entiendo yo; la tecnología. Muchos piensan que esto es una locura, pero ¿qué no lo es? Tengamos la cabeza suficiente para entrar en esta dinámica y dejarnos encantar con el uso y disfrute de ellas, con las buenas cosas que nos ofrecen, como son, información, ocio, compras, cultura, conocimiento, amistades, opinión, etc.

Pero, el cambio que estamos viviendo en los últimos años es el de la posibilidad de crear opinión, de contrastar puntos de vista, de dialogar, de criticar, de aglutinar. Este desarrollo, provocado por la tecnología hace que aparezca un nuevo modelo de sociedad: La sociedad tecnológicamente conectada. No piensen que ustedes no lo son, quizá en menor medida, pero lo son. Hay palabrejas que ya están en la tele y en la radio. Feisbuk, tuiter, bloger, No se asusten, no son virus ni vacunas para estos virus. Son las precursoras como redes sociales del movimiento ciudadano que está haciendo en los últimos meses, que millones de personas se interesen por las mismas cosas, se vayan juntando en la red por afinidades ideológicas (o no), por aficiones… hasta hay gentes que están encontrando el amor, nuevas amistades, nuevas aficiones.

No dejemos pasar esta oportunidad de participar en ello, seamos protagonistas de este cambio y de este presente en nuestra civilización, aprendamos, persigamos, cambiemos, no seamos conformistas.

Claro está, no queramos aprender todo de repente. Comencemos, por saber que es un ordenador, como se enciende y como conectarnos al interné ese. Después… un mundo infinito se abrirá a golpe de tecla o tras un clik del ratón. ¡No se queden con las ganas! Hemos de cambiar. No pasa nada.

Si quieren dejarme quejas, sugerencias, críticas, lo pueden hacer en moises.busnadiego@gmail.com (los jóvenes saben que es esto, aunque cada vez más los menos jóvenes, también.)

Moisés Busnadiego.