Estamos acostumbrados cada vez más a vivir cambios en nuestras vidas. Primero en lo cotidiano, como por ejemplo, las vitrocerámicas, los microondas, la televisión, los deuvedés. Estas cambian a los fogones, el infiernillo, la radio, el video.
En treinta años hemos pasado de ir a casa de la Señora Bibiana a meternos en la cabina para hablar por teléfono, a llevar un terminal en el bolso (aunque seguimos voceando para hablar y de verdad… no es necesario dar voces). Este aparato, nos permite hablar con un familiar que está en una tienda de Londres trabajando, como si le tuviéramos enfrente, porque les hay que incluso nos dejan hacer videoconferencia de esas.
Los viajes, del coche de línea de MATEO, aquél, en el que subíamos las maletas de cartón al techo del autobús, a tener uno o dos coches en casa y viajar en AVE a más de trescientos kilómetros por hora, cuando vamos a Barcelona o a Madrid o a Sevilla y ahora a Valencia. También esto es una revolución, cuando seguramente, nuestros bisabuelos, malamente fueron media docena de veces a la capital, o tal vez, murieron sin conocer el Sardinero en Santander.
Hemos vivido en estos treinta o cuarenta años, la mayor revolución industrial y el más convulso movimiento de nuestra civilización, o así lo entiendo yo; la tecnología. Muchos piensan que esto es una locura, pero ¿qué no lo es? Tengamos la cabeza suficiente para entrar en esta dinámica y dejarnos encantar con el uso y disfrute de ellas, con las buenas cosas que nos ofrecen, como son, información, ocio, compras, cultura, conocimiento, amistades, opinión, etc.
Pero, el cambio que estamos viviendo en los últimos años es el de la posibilidad de crear opinión, de contrastar puntos de vista, de dialogar, de criticar, de aglutinar. Este desarrollo, provocado por la tecnología hace que aparezca un nuevo modelo de sociedad: La sociedad tecnológicamente conectada. No piensen que ustedes no lo son, quizá en menor medida, pero lo son. Hay palabrejas que ya están en la tele y en la radio. Feisbuk, tuiter, bloger, No se asusten, no son virus ni vacunas para estos virus. Son las precursoras como redes sociales del movimiento ciudadano que está haciendo en los últimos meses, que millones de personas se interesen por las mismas cosas, se vayan juntando en la red por afinidades ideológicas (o no), por aficiones… hasta hay gentes que están encontrando el amor, nuevas amistades, nuevas aficiones.
No dejemos pasar esta oportunidad de participar en ello, seamos protagonistas de este cambio y de este presente en nuestra civilización, aprendamos, persigamos, cambiemos, no seamos conformistas.
Claro está, no queramos aprender todo de repente. Comencemos, por saber que es un ordenador, como se enciende y como conectarnos al interné ese. Después… un mundo infinito se abrirá a golpe de tecla o tras un clik del ratón. ¡No se queden con las ganas! Hemos de cambiar. No pasa nada.
Si quieren dejarme quejas, sugerencias, críticas, lo pueden hacer en moises.busnadiego@gmail.com (los jóvenes saben que es esto, aunque cada vez más los menos jóvenes, también.)
Moisés Busnadiego.
jueves, 31 de marzo de 2011
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