Unos pocos días antes de cerrar este número, nos sorprenden los medios nacionales con una noticia que estremece las arrugas del tejido del corazón.
El común de los sentidos, que es el que debe prevalecer en todo aquel que toma decisiones que marcan a una sociedad. Bien sean estas decisiones, económicas, educativas y con mayor importancia, las decisiones judiciales.
El “Cuco”, aquél del caso de Marta del Castillo, ha sido absuelto de casi todos los delitos de los que era acusado por falta de pruebas. Es cierto, o así lo parece, que en esta España, los recovecos de las leyes y la habilidad de un buen abogado que también conozca estos intríngulis, puede hacer que un reo, o un presunto, salga casi limpio de un caso lleno de mierda (con perdón).
Este punto del caso (el casi final) ha sido durante días, noticia en tertulias radiofónicas, programas de televisión y artículos en prensa, tanto digital como de papel.
¿Qué tiene que ver esto con nuestro entorno? Pues el caso del Cuco, nada, solamente el impacto mediático que ha tenido; pero lo que si querría provocar es que en nuestras reflexiones cotidianas pensemos cuanto malo puede hacer para un inocente o para un culpable, el silencio, la complicidad, el miedo, el temor, el deber favores, el deber o la falsa lealtad.
Las gentes de pueblo, aunque muchos nos tachen de paletos, ignorantes o incluso incultos o analfabetos, sabemos más por el recorrido vital y el contacto con la lógica natural que ellos, los urbanitas, cuyo contacto lo tienen con lo artificial, lo contaminante de tanta información colorida por el medio de turno que arrima el ascua a su sardina.
En nuestros paseos, vermús mañaneros, en el café o en la partida de la tarde-noche, comentamos cientos de cosas y aunque no lo parezca, asentamos criterios que luego aplicados a los debates nos hacen ver cosas, pinceladas, señales que a los encorbatados letrados y abogados, se les escapan entre tanta palabrería profesional.
La razón y el sentido común debemos seguirlas alimentando con debates, conversaciones y disputas entre diferentes. Eso todavía lo podemos hacer entre las gentes de nuestro pueblo, pero sin enfrentamientos. Todo ello con la mejor de nuestras virtudes, la palabra. Sin entrar en conflicto, siempre aplicando casos que hemos conocido en el pueblo, como por ejemplo, las lindes, las medianías, el robo, la desaparición.
Es difícil tener la cabeza fría cuando nos tocan algo propio, pero la mejor aliada para ello es la calma y aplicar nuestra inteligencia para discernir si la razón es nuestra, o es del vecino. No esperemos a enfrentar, ya no solo a nuestro vecino con nosotros, sino a sus hijos, que hasta ahora se llevan bien o incluso familias enteras que se dejan de hablar por un quítame allá estas pajas o unos centímetros de lindera.
En caso de ofuscación, de ceguera, a la mínima intención de “perder los papeles”, apelemos al Juez de Paz, que debe ser como reza su nombramiento, Un hombre bueno y justo.
No seamos como ellos, que por falta de pruebas, dicen, hay un tipejo llamado “Cuco” que cara a la justicia, ni estaba ni sabía nada del caso y lo peor de todo…¡Anda suelto!
Moisés Busnadiego.
jueves, 31 de marzo de 2011
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